Este verano conocí a una gran mujer, llamada Robin.
Ella es pausada y disfruta tranquilamente lo que hace durante su día, por sobretodo cocinar.
Con ella me encanté con la cocina ¡como nunca lo hubiese creído!
Estando allá, en el Sur, dibujé su cocina llena de vapores, sabores y olores ricos.
Nada de cosas extrañas, ni sabores rebuscados...todo estaba hecho para disfrutar y acompañar las entretenidas conversaciones en el desayuno, almuerzo, la hora del té y al final, la cena.
Entendí que cocinar es un hilo que puede ayudar el buen comienzo y fin de un día.
¡Gracias Robin!